jueves, 27 de marzo de 2014

Terra Australis

Hemos comenzado nuestro viaje hacia el oeste. Nos fuimos de Nueva Zelanda  con sensación de pena, esa que se tiene cuando acaba algo, cuando se dejan amigos atrás a pesar de que otros nos esperaban en Australia. Llegamos a Sydney un domingo al medio día, apenas tres  horas de vuelo desde Wellington, esta vez sin Jet-Lag y con la fortuna de contar con otra cara amiga. Axel Veyrat nos esperaba en el aeropuerto para pasearnos por su barrio Manly y el nuestro durante unas semanas. Desde hace años Axel vive expatriado labrándose su futuro laboral fuera de las islas. Ha vivido en  ciudad de México, Toronto y ahora en Sydney, construyendo un túnel con Dragados en Eping. 

Cualquier impresión que pueda hacerse uno de Australia en sólo un mes será por seguro incompleta. Un enorme continente rojo que lleva a la deriva desde que en el Jurásico empezó a separarse de la Antártida y de Nueva Zelanda para seguir en solitario hace 200 millones de años. Los mamíferos -que ya existían entonces- nunca llegaron a colonizar Nueva Zelanda. Sin embargo, una singular avanzadilla de estos animales que destacaba por no desarrollar placentas sí que logró alcanzar Australia antes de que ésta se separara de la entonces calurosa Antártida. Esos mamíferos marsupiales nacían siendo aún embriones para desarrollarse luego en bolsas externas donde se amamantaban durante meses. El aislamiento y clima australiano condicionaron su diversificación: Wallabies, canguros, koalas, wombats, possums, demonios tasmanos... un largo etcétera de mamíferos únicamente marsupiales. Nos sorprendió su abundante presencia. Es frecuente ver manadas de canguros pastando cerca de las carreteras o a los wallabies merodear cerca de las zonas pobladas por las mañanas.


Otra vez el anglosajón se apoderó de lo que encontró. Se asentó en la fértil franja litoral y condenó al aborigen, que llevaba 40.000 años en Australia, a un destierro interior. Lo marginó legalmente hasta 1962, año en que se le concedió derecho al voto, después de haberlo llevado casi a la extinción. El hombre blanco fue haciendo concesiones poco a poco. En 1992 declaró no válido del concepto de terra nullius con el que durante la época de la colonización se reclamaban los territorios descubiertos como tierras no ocupadas lo que le permitía apropiarse de ellas legalmente. Con esta declaración, los aborígenes recuperaron algo que era de su propiedad, pero sobre todo recobraron su orgullo. En 2009, se aprobó en el parlamento Australiano la “Moción de Reconciliación” a partir de la cual el primer ministro presentó oficialmente “disculpas nacionales” a las generaciones robadas de aborígenes. Con ese gesto quedaba lavada la conciencia del invasor, pero lamentablemente el daño ya estaba hecho. La población aborigen actual apenas alcanza un 1%, y al contrario de lo que se aprecia en Nueva Zelanda, no están nada integrados en la sociedad. 

Sydney es una ciudad increíble. Agrupa perfectamente el distrito financiero, la estación de ferrys y metros, la terminal de transatlánticos, la ópera y un enorme parque en un mismo enclave. Desde Circular Quay todo Sydney, su enorme bahía y su parque nacional quedan a mano. Por mar, la red de ferrys conecta cada cuarto de hora cualquier punto; Manly, Mosman, Taroonga, Parramata, Darling Bay,  Woollomoolloo, Watson Bay, etc.

Al norte de Sydney, a escasos 40 minutos en bus desde Manly Wharf, se llega a Pittwater. Es una gran bahía que compite en tamaño con la de Sydney, pero que es mucho más virgen. Desde Church Point sale un barco cada media hora que trae, lleva y suministra a los que viven a orillas de la bahía, sin carreteras en su costa noroeste pero salpicada de embarcaderos que hacen de paradas eventuales. Basta con colocar una bandera roja en la caseta del embarcadero para que el patrón del barco sepa que alguien espera. “Simple pero efectivo... a menos que haya niebla” apuntaba Michael Doherty, el propietario del albergue YHA en Pittwater. Se encuentra en pleno parque nacional de Ku Rin Gai, uno de los más de 800 parques que hay sólo en Nueva Gales del Sur. Scotland Island, a 5 minutos en  barco desde Church Point, es el lugar perfecto para el retiro de cualquiera. Casas de diseño que se camuflan ente bosques de eucaliptos, casi todas con embarcaderos propios. Tres veces en semana, siempre por las tardes, los vecinos aparejan sus veleros para entretenerse compitiendo en la bahía. Quizá es ese aspecto el que más no llamó la atención del australiano blanco, su calidad de vida. Se aprovecha desde el amanecer hasta el anochecer para disfrutar.

El “life style” de la costa este de Australia bien merece ser exportado al resto del mundo. El deporte es el entretenimiento favorito y sobre todos destaca el surf. No son sólo jóvenes de pelo rubio quemado por el sol, también hay abuelos de pelo blanco y piel arrugada, y señoras con bañadores estampados surfeando con estilo impecable los picos de las mejores olas. Padres enseñando a hijos, la familia al completo; guaguas escolares que a media mañana aparecen en las playas con tablas de surf y niños que salen uniformados zumbando hacia la playa, hacia el mejor gimnasio.

La East Coast está repleta de nombres emblemáticos para los que crecimos leyendo revistas de surf: Coollangata, Byron Bay, Narrabeen, Gold Coast, Newport, sitios que fueron la cuna de Cheyne Horan, Barton Lynch, Tom Carrol, o Mark Richards; mis ídolos de cuando niño.

Si hay algo que cualquier español echará en falta en las playas australianas es un chiringuito donde poder comer o tomarte una cerveza. Sólo se ven Life Saving Clubs, que combinan el  salvamento con escuelas de surf, siempre llenas de niños y a cualquier hora, aún lloviendo. Funcionan como clubs sociales donde el mar y el deporte son los mayores exponentes. La falta de sitios donde comer en las playas la suplen las parrillas a gas de uso público que se pueden usar pinchando una moneda de dos dólares. Hay que tener cuidado con lo que se bebe en la playa, la ley australiana es muy estricta con lo del consumo de alcohol: sólo a determinadas horas y en sitios autorizados. No busques cervezas ni vino en un supermercados porque sólo los venden en licorerías.    

Se necesita toda una vida para conocer bien este gran continente. Soñamos con el Outback Walkabout, nuestro rito iniciático en el gran desierto interior que nos atemoriza y seduce; con CapeTribulation; con La Gran Barrera de Coral, que lleva latiendo más tiempo que ningún otro ser viviente del planeta; y sobre todo  con The Kimberleys, en Western Australia, lo más remoto y salvaje, donde los ríos retan al mar …..mil razones para volver.


Sydney Opera House
...by night





HMS Queen Elizabeth en Sydney harbour. En el Mardi Gras de Oxford Street estaban todas las locas...!

Sydney Harbour Bridge


Jelly Fish en Crescent Head. NSW. Back Beach

Crescent Head Creek

Shhhh!




Crab-Art.  Lennox Head


Momento Diario


Oswald´s Walkabout



Shelly Beach. Manly. NSW

Scotland Island. Pittwater. Sydney


Kayaking en Mooring Bay. 

Ku Rin Gai National Park

El wallabie observa

Sulphur Crested kakatoo. Protegía a gritos su nido en un Eucalyptus


2 comentarios:

  1. Disfrutadlo muchísimo!!!. ..y por favor..... no pares de escribir y colgar fotos....me encanta "viajar" y conocer lugares tan hermosos a través de tus palabras y sin moverme de casa!!!!...besos a los tres.

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  2. Que bonito lo relatas, "casi" se viaja leyendo el blog !!!

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