martes, 7 de julio de 2015

Chile: desde las doradas arenas del norte, a los azules glaciares del sur

Conquista del seno Almirantazgo. Estrecho de Magallanes. 


La bajada desde el altiplano a las llanuras del desierto de Atacama era larga y continua. Nos abalanzábamos por fin hacia Chile. A cada kilómetro recorrido, después de casi un mes respirando a cuatro mil metros, el oxígeno recuperaba niveles sensatos. Cansados y sedientos, nos vimos caminando por las polvorientas calles de San Pedro de Atacama. De nuevo casitas de adobe, la mezcla de barro y paja que conforma y calienta los hogares altiplánicos, pero ahora eran diferentes. La austeridad y la pobreza daban paso al diseño vanguardista. Los blancos, más blancos, flirteaban con el rojo almagre y la madera; cerámica y cojines de colores vistosos de marcado estilo Tiwanaku combinando con arte moderno, como podrían hacerlo en una lujosa mansión en baja California. 

Habíamos viajado semanas por la Sudamérica más pobre. Por fin hacía calor. Nos calzamos las sandalias olvidadas en el fondo de nuestras mochilas  y nos sentamos a la sombra de una acacia. Sobre la mesita, un plato de olivas y una cerveza tostada hecha en Valdivia al más puro estilo alemán. Nos miramos sin poder contener una risita idiota, ebrios por la malta fermentada o por el alboroto de los glóbulos rojos saturados en oxígeno que finalmente inundaba nuestro cerebro.

Puesta de luna en Laguna Tebequinche. San Pedro de Atacama

De pronto nos sentimos como en casa a pesar de los miles de kilómetros que nos separaban de Tenerife. Cercanía; eso es precisamente lo que Chile nos transmitió. En nuestro deambular por el mundo, ninguna cultura vimos tan parecida a la nuestra. Los paralelismos eran inevitables, colonos españoles que abrieron sus puertas a la inversión y a la cultura del norte de Europa. También había indígenas pero a diferencia de lo sucedido en Canarias, los de aquí seguían presentes. Aymaras, Quechuas, Mapuches,  y  más al sur, en la ruda Patagonia; los Aonikenk y Selk´nam, que aún a finales del s.XIX eran expuestos como rarezas en la exposición universal de París, y que por desgracia hoy se consideran extintos. Los mapuches son quizá los más  activos de la sociedad Chilena. Reivindican ahora ante tribunales lo que a sus abuelos se les arrebató con el pretexto de  “guerra perdida”. El hombre blanco escribió su título de propiedad en un papel que para el Indio poco valía. Aún hoy esa tinta sigue llamando dueño al que aplastó.  El abuso del poderoso y el genocidio se repiten a lo largo de la historia del ser humano y parece que aún en plena “era de la razón” seguimos sin resolver tremenda lacra.

Orgullo Mapuche

Recorrimos Chile con tiempo para entenderlo. Comenzamos por el árido norte donde conocimos a Julio, un minero de Calama y a su encantadora Erika. Juntos guiaron nuestros primeros pasos en el Chile Atacameño. Aprendimos a “ir al tiro” cuando se requería prisa, a consolar al “wawa” cuando el niño lloraba, a dormir en nuestra “pieza” o  a “cachar” a los amigos cuando había que entenderlos y darles la razón. Así pasamos las primeras semanas en Atacama, conversando al fresco, bajo la mirada de los volcanes y siendo testigos de la capacidad del chileno de abrirse y agradar al viajero. A lo largo de nuestra ruta  hacia al sur, la historia se repetía continuamente. Nico y Javier nos rodearon de amigos en Puerto Varas; cada sábado un asadero de cordero, o un curanto,  y entre día y día  íbamos a donde nos decían unos y otros: a aquel lago que bajo el volcán se desbordaba pariendo un río; a aquellos rápidos donde volví a pescar truchas y recordé tanto a mi padre; o a aquella playa silenciosa que aparecía y desaparecía al antojo de la niebla.   

Dormíamos en sus casas, donde nos arrendaban piezas por un par de noches. Compartimos mesa y comida con muchos chilenos que, aprovechando la bonanza del verano, se aventuraban hacia el sur a conocer su largo y estrecho país. Las sobremesas eran amenas. Se bebía vino del valle de Colchagua, se discutía de política, y se banalizaba acerca del “temblorcito” que la noche anterior había sacudido la casa. La cultura es expresiva y aparece espontánea a cada rato. Se respira en sus múltiples formas: ancestral y reivindicativa de mano del  indígena; sutil y poética de la pluma de sus escritores; y decadente y vanguardista a cada trazo de spray de cualquier graffiti de Valpo.

Valparaíso: estilo y decadencia 

En Punta Arenas, la única ciudad en el estrecho de Magallanes, embarcamos para  navegar en las aguas más australes y temidas del mundo. A los 55º de  latitud sur el clima es extremo. Los vientos son gélidos y repentinos y una apacible tarde soleada de verano puede verse sacudida por vientos huracanados, nieve y olas descomunales en cuestión de media hora. Al resguardo de los  mares antárticos, exploramos fiordos que los glaciares esculpieron hace millones de años. En zonas, se hacían tan estrechos que apenas cabía nuestro barco. A lo largo del canal de Beagle son muchos los glaciares que aún cuelgan directamente al mar ofreciendo un espectáculo abrumador. Naturaleza en estado puro adaptándose como mejor puede a una orografía caprichosa. Anclábamos en hermosas ensenadas para pasar la noche, y de día bajábamos a tierra donde nos adentrábamos en tupidos bosques o paseábamos apaciblemente por la orilla. Al cuarto día salimos de la protección de los fiordos y cogimos rumbo al cabo de Hornos. Ya en mar abierto las condiciones fueron tan extremas, que hubo que abortar misión sin llegar a destino. Algo maltrechos, pusimos proa al puerto argentino de Ushuaia, con el consuelo de haber experimentado una tormenta austral en toda regla y de haber vislumbrado desde lejos, entre rociones, olas y pantocazos; la isla de Hornos. 

Casco de fragata Inglesa "Lord Lonsdale". Estrecho de Magallanes

Al sur,  cuanto más frío, más cálida es la gente. La Patagonia emana el espíritu del colono que con poco a cuestas, llegó y convirtió lo lejano en hogar. Reciben de agrado al que como ellos, se atrevió a llegar a esos inhóspitos parajes y así se cohabita en una especie de hermandad, al resguardo del gélido viento antártico tras unas planchas de zinc y al calor de una estufa de leña.  

Chile es contrapunto, fuego, afecto, vida, arte y sentido común; desde las ardientes arenas doradas del norte, a los campos de hielo del sur que nutren azules glaciares. 

 “Quien no conoce un bosque Chileno, no conoce el planeta” escribía en verde Pablo Neruda desde su mesita en Isla  Negra. A cada milla recorrida comprendíamos mejor esa afirmación, llegándonos a sentir de alguna  manera, cada vez más vivos, cada vez más chilenos. 





“...Bajo los volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el fragante, el silencioso, el enmarañado bosque chileno... Se hunden los pies en el follaje muerto, crepitó una rama quebradiza, los gigantescos raulíes levantan su encrespada estatura, un pájaro de la selva fría cruza, aletea, se detiene entre los sombríos ramajes. Y luego desde su escondite suena como un oboe... Me entra por las narices hasta el alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo... El ciprés de las gutecas intercepta mi paso... Es un mundo vertical: una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas…

Extracto de Confieso que he vivido: El Bosque Chileno
Pablo Neruda. Isla Negra 1974 

“ ¿y a vos  qué te importan mis cantos?...ustedes son los que nos jodieron y ahora quieren que les contemos nuestras cosas… cuando yo muera Elal me llevará al cielo ¿y a vos qué te importa mi Dios? Vos tenés el tuyo y yo tengo el mío.”

Tierra Aonikenk. Patagonia Argentina   
Luisa Mercerat 1967

Relax post altiplánco

Volcán Licancabur desde nuestra casa en San Pedro 

Valle de la luna. Desierto de Atacama

Sombras alargadas = Ocaso inminente. 
A duras penas llegamos a San Pedro antes del anochecer. 
El viento en contra no sale en la fotografía. La pájara fue importante. 

Hip & hop

Despegue: "Ojo del salar" 

Laguna cejar. La alta concentración en sal permite flotar sin nadar. 
Si el agua llega a contactar con los ojos, se habla chino fluido. 

Moonset en Laguna Tebequinche

Termas de Puritama: Agua, desierto y manzanas

Zapallar. Zona VIP al norte de Viña del Mar 

Pololeando en Valparaíso

Anochece en zona conflictiva. Cara y cruz de Valpo

Novillos en escuela de música. Hoy no se toca el piano.

Canarios al zinc

Llanto del nómada

Descanso

Cerro en Valparaíso



"Yes" Villarica

Ojos del Caburga. Pucón

Nuestra cabaña en el Lago de todos los Santos. Había que llegar con todos los víveres calculados. 
Nada excepto, bosque , lago y nosotros. 

Woooww!

Volcan Osorno desde Puerto Varas

Ultima luz en la cima del Osorno 


Laguna de los enamorados. Saltos del Petrohué.

Arquitectura local. Puerto Varas
Colonia de  machos de León Marino en Valdivia


Saltos del Petrohué

Skate Park en Puerto Natales

Llueven niños. P.N. Torres del Paine

Sobrecogimiento

Solotresnómadas combaten vendaval el lago Grey

Guanacos

Viene la tormenta. Lago grey

Conquistando el volcán Villarica

Niño gigante guia a adultos

Colonia de pingüinos Magallánicos. Seno Otway. Punta Arenas

Puerto del Hambre: "Aquí estuvo España"
Pedro Sarmiento de Gamboa, gobernador y capitán general del estrecho, fundó en esta ensenada
 la ciudad del Rey Felipe, el 25 de marzo de 1534. Todos los hombres, mujeres y niños, un total de 337 españoles, perecieron de inanición
 en el primer intento de colonización de estas tierras”

Estrecho de Magallanes desde el aire

Pasaje en el canal de Beagle. Kit de desembarque

Hoja de ruta a bordo del "Via Australis"

Expedición costera en Bahía Ainsworth. Al fondo el glaciar Marinelli.

Recalada en el fiordo Pia

Expedición a tierra. Glaciar Pía

Tras navegar el Seno Almirantazgo, paseo costero en bajamar por la bahia Ainsworth. 

Admirando esculturas

Bahía Wulaia, sitio histórico que fuera uno de los asentamientos más grandes de los nativos canoeros Yámanas. Charles Darwin desembarcó aquí en 1833 durante su viaje a bordo del HMS Beagle.