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Conquista del seno Almirantazgo. Estrecho de Magallanes. |
La bajada desde el altiplano a las llanuras del desierto de Atacama era larga y continua. Nos abalanzábamos por fin hacia Chile. A cada kilómetro recorrido, después de casi un mes respirando a cuatro mil metros, el oxígeno recuperaba niveles sensatos. Cansados y sedientos, nos vimos caminando por las polvorientas calles de San Pedro de Atacama. De nuevo casitas de adobe, la mezcla de barro y paja que conforma y calienta los hogares altiplánicos, pero ahora eran diferentes. La austeridad y la pobreza daban paso al diseño vanguardista. Los blancos, más blancos, flirteaban con el rojo almagre y la madera; cerámica y cojines de colores vistosos de marcado estilo Tiwanaku combinando con arte moderno, como podrían hacerlo en una lujosa mansión en baja California.
Habíamos viajado semanas por la Sudamérica más pobre. Por fin hacía calor. Nos calzamos las sandalias olvidadas en el fondo de nuestras mochilas y nos sentamos a la sombra de una acacia. Sobre la mesita, un plato de olivas y una cerveza tostada hecha en Valdivia al más puro estilo alemán. Nos miramos sin poder contener una risita idiota, ebrios por la malta fermentada o por el alboroto de los glóbulos rojos saturados en oxígeno que finalmente inundaba nuestro cerebro.
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Puesta de luna en Laguna Tebequinche. San Pedro de Atacama |
De pronto nos sentimos como en casa a pesar de los miles de kilómetros que nos separaban de Tenerife. Cercanía; eso es precisamente lo que Chile nos transmitió. En nuestro deambular por el mundo, ninguna cultura vimos tan parecida a la nuestra. Los paralelismos eran inevitables, colonos españoles que abrieron sus puertas a la inversión y a la cultura del norte de Europa. También había indígenas pero a diferencia de lo sucedido en Canarias, los de aquí seguían presentes. Aymaras, Quechuas, Mapuches, y más al sur, en la ruda Patagonia; los Aonikenk y Selk´nam, que aún a finales del s.XIX eran expuestos como rarezas en la exposición universal de París, y que por desgracia hoy se consideran extintos. Los mapuches son quizá los más activos de la sociedad Chilena. Reivindican ahora ante tribunales lo que a sus abuelos se les arrebató con el pretexto de “guerra perdida”. El hombre blanco escribió su título de propiedad en un papel que para el Indio poco valía. Aún hoy esa tinta sigue llamando dueño al que aplastó. El abuso del poderoso y el genocidio se repiten a lo largo de la historia del ser humano y parece que aún en plena “era de la razón” seguimos sin resolver tremenda lacra.
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Orgullo Mapuche |
Recorrimos Chile con tiempo para entenderlo. Comenzamos por el árido norte donde conocimos a Julio, un minero de Calama y a su encantadora Erika. Juntos guiaron nuestros primeros pasos en el Chile Atacameño. Aprendimos a “ir al tiro” cuando se requería prisa, a consolar al “wawa” cuando el niño lloraba, a dormir en nuestra “pieza” o a “cachar” a los amigos cuando había que entenderlos y darles la razón. Así pasamos las primeras semanas en Atacama, conversando al fresco, bajo la mirada de los volcanes y siendo testigos de la capacidad del chileno de abrirse y agradar al viajero. A lo largo de nuestra ruta hacia al sur, la historia se repetía continuamente. Nico y Javier nos rodearon de amigos en Puerto Varas; cada sábado un asadero de cordero, o un curanto, y entre día y día íbamos a donde nos decían unos y otros: a aquel lago que bajo el volcán se desbordaba pariendo un río; a aquellos rápidos donde volví a pescar truchas y recordé tanto a mi padre; o a aquella playa silenciosa que aparecía y desaparecía al antojo de la niebla.
Dormíamos en sus casas, donde nos arrendaban piezas por un par de noches. Compartimos mesa y comida con muchos chilenos que, aprovechando la bonanza del verano, se aventuraban hacia el sur a conocer su largo y estrecho país. Las sobremesas eran amenas. Se bebía vino del valle de Colchagua, se discutía de política, y se banalizaba acerca del “temblorcito” que la noche anterior había sacudido la casa. La cultura es expresiva y aparece espontánea a cada rato. Se respira en sus múltiples formas: ancestral y reivindicativa de mano del indígena; sutil y poética de la pluma de sus escritores; y decadente y vanguardista a cada trazo de spray de cualquier graffiti de Valpo.
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Valparaíso: estilo y decadencia |
En Punta Arenas, la única ciudad en el estrecho de Magallanes, embarcamos para navegar en las aguas más australes y temidas del mundo. A los 55º de latitud sur el clima es extremo. Los vientos son gélidos y repentinos y una apacible tarde soleada de verano puede verse sacudida por vientos huracanados, nieve y olas descomunales en cuestión de media hora. Al resguardo de los mares antárticos, exploramos fiordos que los glaciares esculpieron hace millones de años. En zonas, se hacían tan estrechos que apenas cabía nuestro barco. A lo largo del canal de Beagle son muchos los glaciares que aún cuelgan directamente al mar ofreciendo un espectáculo abrumador. Naturaleza en estado puro adaptándose como mejor puede a una orografía caprichosa. Anclábamos en hermosas ensenadas para pasar la noche, y de día bajábamos a tierra donde nos adentrábamos en tupidos bosques o paseábamos apaciblemente por la orilla. Al cuarto día salimos de la protección de los fiordos y cogimos rumbo al cabo de Hornos. Ya en mar abierto las condiciones fueron tan extremas, que hubo que abortar misión sin llegar a destino. Algo maltrechos, pusimos proa al puerto argentino de Ushuaia, con el consuelo de haber experimentado una tormenta austral en toda regla y de haber vislumbrado desde lejos, entre rociones, olas y pantocazos; la isla de Hornos.
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Casco de fragata Inglesa "Lord Lonsdale". Estrecho de Magallanes |
Al sur, cuanto más frío, más cálida es la gente. La Patagonia emana el espíritu del colono que con poco a cuestas, llegó y convirtió lo lejano en hogar. Reciben de agrado al que como ellos, se atrevió a llegar a esos inhóspitos parajes y así se cohabita en una especie de hermandad, al resguardo del gélido viento antártico tras unas planchas de zinc y al calor de una estufa de leña.
Chile es contrapunto, fuego, afecto, vida, arte y sentido común; desde las ardientes arenas doradas del norte, a los campos de hielo del sur que nutren azules glaciares.
“Quien no conoce un bosque Chileno, no conoce el planeta” escribía en verde Pablo Neruda desde su mesita en Isla Negra. A cada milla recorrida comprendíamos mejor esa afirmación, llegándonos a sentir de alguna manera, cada vez más vivos, cada vez más chilenos.
“...Bajo los volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el fragante, el silencioso, el enmarañado bosque chileno... Se hunden los pies en el follaje muerto, crepitó una rama quebradiza, los gigantescos raulíes levantan su encrespada estatura, un pájaro de la selva fría cruza, aletea, se detiene entre los sombríos ramajes. Y luego desde su escondite suena como un oboe... Me entra por las narices hasta el alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo... El ciprés de las gutecas intercepta mi paso... Es un mundo vertical: una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas…”
Extracto de Confieso que he vivido: El Bosque Chileno
Pablo Neruda. Isla Negra 1974
“ ¿y a vos qué te importan mis cantos?...ustedes son los que nos jodieron y ahora quieren que les contemos nuestras cosas… cuando yo muera Elal me llevará al cielo ¿y a vos qué te importa mi Dios? Vos tenés el tuyo y yo tengo el mío.”
Tierra Aonikenk. Patagonia Argentina
Luisa Mercerat 1967
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Relax post altiplánco |
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Volcán Licancabur desde nuestra casa en San Pedro |
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Valle de la luna. Desierto de Atacama |
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Sombras alargadas = Ocaso inminente.
A duras penas llegamos a San Pedro antes del anochecer.
El viento en contra no sale en la fotografía. La pájara fue importante. |
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Hip & hop |
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Despegue: "Ojo del salar" |
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Laguna cejar. La alta concentración en sal permite flotar sin nadar.
Si el agua llega a contactar con los ojos, se habla chino fluido. |
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Moonset en Laguna Tebequinche |
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Termas de Puritama: Agua, desierto y manzanas |
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Zapallar. Zona VIP al norte de Viña del Mar |
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Pololeando en Valparaíso |
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Anochece en zona conflictiva. Cara y cruz de Valpo |
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Novillos en escuela de música. Hoy no se toca el piano. |
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Canarios al zinc |
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Llanto del nómada |
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Descanso |
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Cerro en Valparaíso |
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"Yes" Villarica |
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Ojos del Caburga. Pucón |
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Nuestra cabaña en el Lago de todos los Santos. Había que llegar con todos los víveres calculados.
Nada excepto, bosque , lago y nosotros. |
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Woooww! |
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Volcan Osorno desde Puerto Varas |
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Ultima luz en la cima del Osorno |
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Laguna de los enamorados. Saltos del Petrohué. |
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Arquitectura local. Puerto Varas |
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Colonia de machos de León Marino en Valdivia |
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Saltos del Petrohué |
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Skate Park en Puerto Natales |
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Llueven niños. P.N. Torres del Paine |
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Sobrecogimiento |
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Solotresnómadas combaten vendaval el lago Grey |
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Guanacos |
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Viene la tormenta. Lago grey |
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Conquistando el volcán Villarica |
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Niño gigante guia a adultos |
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Colonia de pingüinos Magallánicos. Seno Otway. Punta Arenas |
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Puerto del Hambre: "Aquí estuvo España"
Pedro Sarmiento de Gamboa, gobernador y capitán general del estrecho, fundó en esta ensenada
la ciudad del Rey Felipe, el 25 de marzo de 1534. Todos los hombres, mujeres y niños, un total de 337 españoles, perecieron de inanición
en el primer intento de colonización de estas tierras” |
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Estrecho de Magallanes desde el aire |
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Pasaje en el canal de Beagle. Kit de desembarque |
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Hoja de ruta a bordo del "Via Australis" |
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Expedición costera en Bahía Ainsworth. Al fondo el glaciar Marinelli. |
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Recalada en el fiordo Pia |
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Expedición a tierra. Glaciar Pía |
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Tras navegar el Seno Almirantazgo, paseo costero en bajamar por la bahia Ainsworth. |
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Admirando esculturas |
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Bahía Wulaia, sitio histórico que fuera uno de los asentamientos más grandes de los nativos canoeros Yámanas. Charles Darwin desembarcó aquí en 1833 durante su viaje a bordo del HMS Beagle. |