martes, 24 de febrero de 2015

Perú, tres caras a cuatro mil metros


¿Cómo contar lo que es Perú y no caer en tópicos? No quiero hablar de Incas, de Machu-Picchu, ni de rutas enlatadas. Sí de la intensa mirada del indio, la energía del lugar y del altiplano, que es seco, austero pero grandioso. Nos llamaba a gritos y a él corrimos buscando la tranquilidad que la ciudad nos quitó. El encuentro fue un portazo en las narices. “No tan rápido forastero”. En el mortero había maíz, quínoa, chuño, mate de coca, carne de alpaca y algo de oxígeno, pero poco. El blanquito europeo se resiente, y se vacía por dentro, literalmente, pero viene bien para comprender.

 ¿Qué dicen esas miradas? ¿Por qué no conecto?

¿Acaso no hablamos el mismo idioma? La respuesta es que no. Desde afuera con nuestras cámaras, y nuestras retinas viciadas, no vemos nada. No sentimos a la tierra como madre, ni entendemos el todo como un sistema equilibrado de esfuerzo y recompensa, de dame y toma. No desde nuestro sofá social. No creo que lleguemos a entender lo que es sufrir expolio cultural por mucho que lo critiquemos. Paradójicamente admiramos lo que destruimos a golpe de Visa, robando a cada pago una gota de la esencia auténtica.

 ¿Por qué no conecto? Porque es imposible si no se sufre con ellos, y esa es la primera lección que se aprende. No hay hostilidad, sólo somos diferentes. Visítame con respeto, ayúdame si quieres, pero no me pidas que sonría.  Asimilada esa enseñanza, el indígena peruano se torna sensible, sabio y humildemente inspirador.

Los paisajes son inmensos, la luz parece divina, la tierra es árida y el clima extremo. El agua sólo se concentra en lo mas bajo de llanura altiplánica, a 3.800 metros. Ahí si hay mucha. El lago Titicaca aporta vida y sustento a sus más de mil kilómetros de costa, a Puno su urbe y a las islas de Taquile y Amantaní. La llanura la rodean más montañas, y entre tanto, pequeños pueblos de adobe en los que más que existir, se subsiste gracias a los animales, a la papa y al grano. 

En el altiplano se vive muy cerca del cielo pero con los pies en la tierra, por eso el andar es pesado y falta el aliento. Como consecuencia, el cuerpo se ahueca, y alborotado, al espíritu no le queda otro remedio que reaparecer por algún lado.

¿Qué dicen esas miradas? 


En la ruta entre Cusco y Puno nos paramos a hablar con estas señoras con el poco aliento que nos quedaba. 4.800m


"Esperando". Isla de Amantaní. Lago Titicaca
Domingo de deporte en la Isla de Taquile


Amigos en el lago

Homenaje al personal dedicado a la enseñanza en Puno

Nuestra familia adoptiva en Amantaní 



Ingenieria Inca. Macchu Pichu


Muro noble en Písaq  


Simbiosis





Isla de los Uros. Caras al sol




Calmar la vista


Adobe y lanchas en Puno


Titicaca. Navegando hacia los Uros


Familia flotante




¿Reliquia Inca?



Cholitas amigas en Cusco


Hamellin y sus ratones. Ruta de Ollanta a Pisaq

Navegando desde Puno hacia las Islas del Titicaca


Anochece en la plaza de Chinchero, a pocos kilómetros de Cusco. 3.800m


"Canta y no llores"





"El señor de la puerta"


Isla flotante de totora 

Amigos en Ollantaytambo

Hermanos adoptivos en la Isla de Amantaní.

Taller de hilado y teñido.



Trekking en Taquile

Cholitas de gala. Boda en Cusco



Señor de la Caña, Iglesia a casi 5.000m de altitud

!Que llueva! Así celebrábamos nuestro primer anochecer en la Isla de Amantaní. Esa noche el cielo se desmoronó en agua 


Caminando de Macchu Pichu hacia Aguas Calientes
Totora al tacto


¿Quien eres?


Poder Andino. Hombre y Quinoa




“No hay que exigir en las personas más de una cualidad. Si les encontramos una, debemos ya sentirnos agradecidos y juzgarlas solamente por ella, y no por las que le faltan. Es vano exigir que una persona sea simpática y también generosa, o que sea inteligente y también alegre o que sea culta y también aseada o que sea hermosa y también leal. Tomemos de ella lo que pueda darnos, que su cualidad sea el pasaje privilegiado a través del cual nos comunicamos y nos enriquecemos”

Julio Ramón Ribeyro. Prosas apátridas.