En Bali la vida es sencilla. La fórmula que emplean funciona y contagia. Por alguna razón es el único reducto de la gran Indonesia musulmana que sigue practicando el hinduismo. La filosofía del balinés es la particular interpretación de un credo heredado hace siglos de la India, y ya ha adquirido carácter propio. La esencia es simple: Un esmero compulsivo en dar gracias por todo lo que le rodea. Agradecen a múltiples deidades mediante continuas ofrendas y con ello limitan, sin quererlo, a su propio ego. El karma es quien acaba ejerciendo de implacable juez, y por ello se le respeta con temor.
Las ofrendas son pequeñas bandejitas del tamaño de una mano hechas con hojas de platanera y palmera, y con un mágico contenido: pétalos de flores, arroz, una golosina y siempre el omnipresente incienso, cuyo olor impregna toda Bali. Estos paquetitos celestiales se colocan donde se crea preciso; el comedor, la cocina, en la entrada de las casas, junto a iconos de sus divinidades. Se obsequia al mar, a la luna, a las piedras, a la lluvia y a su ausencia, a todo aquello que creen valioso; coches, motos, incluso a los pies de las cabañas donde dormimos los extranjeros que les traemos fortuna.
Cuesta no sorprenderse con el fervor y la dedicación con la que los Balineses acometen su continuo ritual. Es fácil acabar por creerlo excesivo: “una esclavitud”, se suele oír decir a los occidentales. Conversando con el hijo de un experimentado teólogo escandinavo que hace unos años visitó la isla nos decía: “parece como si esta sencilla gente, en su humilde ignorancia, olvidara que lo importante no es la cantidad, sino la calidad del gesto”. En cualquier caso, es evidente que el primer impulso del Balinés es sonreír, agradar y ofrecer. Ya quisiera yo más extendido ese hábito en occidente.
El lado oscuro de esta isla lo conforma la superpoblación, la ausencia de saneamiento y una inexistente gestión de basuras que se suple con la quema diaria de lo inservible. Las consecuencias son las esperables en una nación donde corrupción y política son casi sinónimos.
En su conjunto Bali tiene mucho que ofrecer, y si se aplican los filtros precisos, es un paraíso que se ama y se odia, como corresponde a las pasiones. Su olor es una mezcla de humo de hoguera, de incienso dulzón y de fruta pasada. Su aspecto agrada, la luz es abundante y rojiza, la vegetación exuberante y el balinés la sabe combinar con armonía. Unos húmedos treinta grados centígrados lo catalizan todo. El resultado es, como poco, curioso. Empalaga pero atrapa y el visitante se ve irremediablemente obligado a regresar. Una y otra vez.
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Bali Bukit - Península de coral y nuestra casa los próximos meses |
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Bingin - Cuando el mar y el sol se retiran |
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Nusa Dua |
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Oswald piensa |
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Arrozales cerca de Ubud |
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Felicidad en Padang Padang |
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Pura Luhur Uluwatu: Kecak fire dance |
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Rama y Laksamana. Interpretación del texto épico hindú de Ramayana en Uluwatu |
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Ofrenda al mar |
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Coconut at Didi´s |
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Todos los días |
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"Buenas noches sol" |
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Guardia popular en Padang |
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Padang Padang. Ceremonia por el fin de la temporada de lluvias |
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Amigas al sol |
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Bingin cliff. Marea Vacia |
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"Pishing" |
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Ubud. Pura Taman Saraswati |
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Barong y Hanoman custodian la entrada al templo |
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Cosecha del arroz cerca de Ubud |
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Baile de grano y viento |
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Infraganti: Danau Batur. Kintamani |
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Carretera inundada, niño feliz |
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Ventita en Trunyan. Lago Batur |
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Monalisa |
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Batur. Lago y Volcán. Ultima erupción en 1963 |