lunes, 6 de octubre de 2014

La ciudad de los leones

Históricamente Singapur ha sido el nexo entre dos culturas. Desde finales del siglo XVII portugueses y holandeses luchaban por hacerse con el control del estrecho de Malaca y por ende, del tráfico de mercancías entre China y Japón con Europa. En 1826, ya consolidado el Virreinato Británico en India, los ingleses aprovecharon coyunturas y establecieron hábiles acuerdos con sultanes malayos anexionando a la Corona Británica la estratégica isla de Singapur. Se construyó un puerto y ese fue el punto de inflexión que cambió el lugar para siempre. Desde entonces se explotó su potencial comercial, inicialmente con el caucho y posteriormente con todo lo exportable, bajo un entorno “entrepôt” de libre comercio sin impuestos que incentivaron importaciones y exportaciones.


Playa, bahía y barcos
En esencia hoy en día la cosa no ha cambiado. La economía de Singapur es considerada actualmente como de las más liberalizadas, innovativas y competitivas del mundo. Su emplazamiento, su política comercial y la menor tasa de corrupción del mundo junto a Nueva Zelanda y Escandinavia consolidan su estatus.

Esas condiciones son igualmente válidas para los viajeros que utilizamos sus infraestructuras. El aeropuerto de Changi es en mi opinión el mejor del mundo. Servicios, jardines y arte en una mano. La confluencia de aerolíneas es tal, que hace de Singapur el centro neurálgico ideal para la exploración del sureste Asiático al menor coste y con las mayores prestaciones. En total fueron cuatro veces las que entramos y salimos del país-ciudad durante nuestra incursión asiática. Ese devenir nos obligó necesariamente a  conocer tan peculiar lugar.

Volvimos a contar con antiguos amigos del plan Erasmus residentes en Singapur que nos recibieron en su casa. Amaia,  Mathieu y sus preciosas niñas nos acogieron en una típica shop-house, antiguas tiendas coloniales reconfiguradas a viviendas que se adosan unas a otras a lo largo de pintorescas calles. Desde ahí, en Tembeling Road al este del centro y muy cerca de la playa y el paseo litoral que rodea Singapur por el costa sur, ya se percibía la esencia del lugar: La multiculturalidad. Europeos conviviendo con chinos, indonesios y malayos en particular armonía y al fondo siempre visible, la bahía donde la sucesión de barcos mercantes se pierde en el horizonte, recordando porqué Singapur existe y perdura en el tiempo. 

La ciudad es contraste: el centro financiero con brillantes edificios acristalados,  el hotel Raffles con sus estilo colonial blanco e impecable,  cientos de zonas  comerciales,  China-town, Little India,  y alrededor el agua. En torno a la Marina bay gira toda la vida social. Regatas de "dragon boats", paseos, puentes, restaurantes y shopping centers; escaparates sociales para ver y ser visto al estilo asiático más “progre” y neomodernista. La arquitectura convertida en osadía y el arte al servicio de la funcionalidad. Al sur de la Marina, detrás de las tres torres que sostienen la  gigantesca plataforma con forma de barco del Marina Bay Sands hotel, está el pulmón de Singapur: Gardens by the bay. El “must” inevitable para cualquiera que visite la ciudad. La más estrecha relación entre tecnología y clorofila. El perfecto equilibrio en tres hábitats autosostenibles que permiten que cada especie se desarrolle como en su lugar de origen, combinando diseño, ingeniería y vida vegetal como nunca vi,  para el disfrute  de los sentidos.

Singapur es sin duda un lugar a conocer y a copiar, ejemplo de estilo, civismo y armonía social y natural. 




Marina Bay Sands Hotel

Dragon Boat

 Dragon Boat Regata 2014 en Marina Bay



Super trees: Agua, luz y soporte 

Gardens by the bay. Cúpula del bosque lluvioso

Oh yes!



Oswald y el agua

Piel de edificio



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